lunes, 20 de octubre de 2014


Renace la alegría


José Álvarez Esteban (Párroco de San Vicente Mártir)Renace la alegría

Curioso que la pregunta que le dirigen los fariseos a Jesús para comprometerle sea tan de actualidad: “¿Es lícito o no pagar impuestos?”. Ahora que tantos se agarran al trabajo oculto; ahora que no se llega para satisfacer tasas e impuestos; ahora que ha surgido el escándalo de las “tarjetas B” o “tarjetas opacas” para gastar sin medida; ahora que muchos cerrarán sus puertas (lean voto) como castigo y corrección a unos no muy claros activos e inversiones; surge como un tiro en la línea de flotación de nuestra sociedad esta pregunta sobre lo lícito y lo no lícito, sobre lo que uno puede o no se puede permitir. El principal activo de una persona es su vida y eso es lo que cada uno pone en juego, lo que puede o no entregar al “césar”, dígase al propio trabajo, a la sociedad, a la familia, a los demás, a Dios. Bien saben de esto los misioneros y voluntarios en países del Tercer Mundo en pro del desarrollo de los pueblos y de la propagación de la fe.

Un año más sale la Iglesia en España pidiendo atención a la jornada del Domund. El eslogan lo sabemos: “Renace la alegría”. España sigue siendo una nación exportadora de misioneros, 13.000 según estadística, y colaboradora también en lo material aún en estos tiempos marcados por la crisis. Como muy bien decía el ex diputado Manuel Pizarro en su pregón para el Domund 2014 “no hay nada mejor en estos momentos para que presumamos de Iglesia católica, que tanto hace y ha hecho por la mejora de las condiciones de vida de los más débiles, por unos misioneros que saben unir la evangelización a la caridad y van más allá de la autopreservación”.

Hoy en día los pueblos del Tercer Mundo (no “tercermundistas”, que se nos antoja un término despreciativo) exigen la atención de Occidente, atención y ayuda. Lo consideran no sólo un deber de caridad, sino un derecho. La pobreza ha terminado por rebelarse y la emigración masiva de saharianos y las pateras abarrotadas y los asaltantes encaramados a las vallas de Melilla no son más que signo de un descontento que está dando que pensar y sentir a nuestra alegre y confiada civilización occidental. No valen ya las limosnas porque la pobreza y depresión es tan grande que la ayuda eventual no sirve ni para sobrevivir. En este caos de desentendimientos el papa Francisco nos llama a no dejarnos robar la alegría de la fe y a alimentarla con gestos concretos de ayuda y solidaridad. El misionero y el voluntario de Organizaciones No Gubernamentales son el mejor y más rico bien exportable de nuestra opulenta, ahora menos, civilización occidental.