Renace la alegría
Curioso que la pregunta que le dirigen
los fariseos a Jesús para comprometerle sea tan de actualidad: “¿Es lícito o no
pagar impuestos?”. Ahora que tantos se agarran al trabajo oculto; ahora que no
se llega para satisfacer tasas e impuestos; ahora que ha surgido el escándalo
de las “tarjetas B” o “tarjetas opacas” para gastar sin medida; ahora que
muchos cerrarán sus puertas (lean voto) como castigo y corrección a unos no muy
claros activos e inversiones; surge como un tiro en la línea de flotación de
nuestra sociedad esta pregunta sobre lo lícito y lo no lícito, sobre lo que uno
puede o no se puede permitir. El principal activo de una persona es su vida y
eso es lo que cada uno pone en juego, lo que puede o no entregar al “césar”,
dígase al propio trabajo, a la sociedad, a la familia, a los demás, a Dios.
Bien saben de esto los misioneros y voluntarios en países del Tercer Mundo en
pro del desarrollo de los pueblos y de la propagación de la fe.
Un año más sale la Iglesia en España
pidiendo atención a la jornada del Domund. El eslogan lo sabemos: “Renace la
alegría”. España sigue siendo una nación exportadora de misioneros, 13.000
según estadística, y colaboradora también en lo material aún en estos tiempos
marcados por la crisis. Como muy bien decía el ex diputado Manuel Pizarro en su
pregón para el Domund 2014 “no hay nada mejor en estos momentos para que
presumamos de Iglesia católica, que tanto hace y ha hecho por la mejora de las
condiciones de vida de los más débiles, por unos misioneros que saben unir la
evangelización a la caridad y van más allá de la autopreservación”.
Hoy en día los pueblos del Tercer Mundo
(no “tercermundistas”, que se nos antoja un término despreciativo) exigen la
atención de Occidente, atención y ayuda. Lo consideran no sólo un deber de
caridad, sino un derecho. La pobreza ha terminado por rebelarse y la emigración
masiva de saharianos y las pateras abarrotadas y los asaltantes encaramados a
las vallas de Melilla no son más que signo de un descontento que está dando que
pensar y sentir a nuestra alegre y confiada civilización occidental. No valen
ya las limosnas porque la pobreza y depresión es tan grande que la ayuda
eventual no sirve ni para sobrevivir. En este caos de desentendimientos el papa
Francisco nos llama a no dejarnos robar la alegría de la fe y a alimentarla con
gestos concretos de ayuda y solidaridad. El misionero y el voluntario de
Organizaciones No Gubernamentales son el mejor y más rico bien exportable de
nuestra opulenta, ahora menos, civilización occidental.