lunes, 7 de noviembre de 2016

La Cooperación Misionera

Entrega, oración y donativos las tres formas de colaborar con la misión universal de la Iglesia

Todos podemos captar fácilmente que, cuando el papa Francisco nos anima a ser una “Iglesia en salida”, nos está invitando a un estilo de vida misionero. Lo que nos cuesta más asimilar es que esa misión a la que se nos convoca no se limita a nuestra relación con los próximos, sino que alcanza a toda la Tierra. Y esto, no como una bella teoría, sino como una realidad concreta y verificable. Es un movimiento que comienza por salir de uno mismo, de las propias comodidades y seguridades, para acoger una llamada del Señor que viene a ser eco de la escuchada por Abrahán: “Sal de tu tierra”.

Este es, por eso, el lema de la Jornada Mundial de las Misiones, el DOMUND, que cumple 90 años en 2016. Este día, que es una invitación universal a colaborar con la actividad de los misioneros en favor de la evangelización y de la promoción humana, nos recuerda que sí es posible, también para nosotros, “salir” a la misión. Y es posible porque están a disposición de todos las tres grandes formas de prestar ayuda a la causa misionera; formas de colaboración que son como las tres “puertas abiertas” por las que la “Iglesia en salida” puede llegar al mundo entero.


La primera es la cooperación personal.Esta es, ante todo, la que llevan a cabo tantos misioneros y misioneras enviados desde nuestras Iglesias a todo el mundo. Pero la “puerta” de este modo de colaboración no se cierra para quien no ha recibido —o aún no ha identificado— esa vocación específica. Y es que también es cooperación personal la que llevan a cabo los jóvenes que generosamente realizan una experiencia temporal de contacto con la misión; e, igualmente, la que desarrollan los “misioneros de retaguardia”: voluntarios, profesores, catequistas... que ofrecen su tiempo para sensibilizar a la sociedad sobre las necesidades misioneras.

La segunda modalidad es la cooperación espiritual, al alcance de todos a través de la oración —por ejemplo, el “rosario misionero” por los cinco continentes— y de la transformación de los padecimientos en fuente de vitalidad misionera, ofreciéndolos por la evangelización del mundo. El Papa, así, concluye su Mensaje para esta Jornada con una invocación a Santa María, “modelo misionero para la Iglesia”. Y, por fin, la tercera “puerta”, la de la cooperación económica, descubre su más profundo significado precisamente en la colecta que se realiza en nuestros templos el domingo del DOMUND, “porque enseña cómo se ha de dar: en la celebración eucarística, esto es, como ofrenda a Dios, y para todas las misiones del mundo” (san Juan Pablo II, RM 81).

El DOMUND ha sido, por tanto, jornada de puertas abiertas: un buen día para salir de nuestro aislamiento, de nuestro egoísmo, de nuestro “no ayudar”, de nuestro “no dejarnos ayudar”; para salir de enfrente del espejo en el que solo nos vemos a nosotros mismos y ponernos delante del modelo que nos ofrecen los misioneros. Estos hombres y mujeres, “testigos del amor de misericordia de Cristo” —como nos dice el Papa en su Mensaje, apuntando al núcleo del Año Jubilar que vamos recorriendo—, “saben por experiencia que el Evangelio de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz”. Eso que tanto necesita el mundo y que solo puede venir del encuentro con el Señor.

Rafael SantosDirector de la revista Illuminare