viernes, 9 de diciembre de 2016

III Adviento. Alegraos

Es el tiempo de la misericordia, para que los débiles e indefensos, los que están lejos y solos sientan la presencia de hermanos y hermanas que los sostienen en sus necesidades. (Papa Francisco, carta apostólica Misericordia et misera, 21)




Is 35,1-6a.10: Dios viene en persona y os salvará.
Sal 145,7.8-9a.9bc-10: Ven, Señor, a salvarnos.
St 5,7-10: Manteneos firmes porque la venida del Señor está cerca.
Mt 11,2-11: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?


Ante la pregunta que Juan el Bautista manda hacer a Jesús -«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»-, la respuesta de éste es muy clara: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!». La respuesta son las palabras y los hechos que Jesús cumple como signo de la presencia cercana del reino de Dios. Juan Bautista anunciaba esa cercanía -ésta era la lectura del evangelio del domingo pasado- pero Juan no podía sino ser sólo el precursor; apuntaba al que podía bautizar con Espíritu Santo. Pues, he ahí lo que muestra Jesús: los signos patentes que el reino está cerca, que Dios ha mostrado su misericordia, que él es el enviado del Padre para hacer presente de forma palpable el amor y la ternura suyas.

En este domingo de Adviento se nos invita también a la alegría; una alegría permanente y no pasajera, una alegría que tiene su fundamento en lo que dice Jesús: la presencia de los que se hacen hermanos que alivian la soledad, el sufrimiento, la discapacidad… de su prójimo. Dice el Papa en la Misericordia et misera: “Durante el Año Santo, especialmente en los «viernes de la misericordia», he podido darme cuenta de cuánto bien hay en el mundo. Con frecuencia no es conocido porque se realiza cotidianamente de manera discreta y silenciosa. Aunque no llega a ser noticia, existen sin embargo tantos signos concretos de bondad y ternura dirigidos a los más pequeños e indefensos, a los que están más solos y abandonados. […] Agradezcamos al Señor el don valioso de estas personas que, ante la debilidad de la humanidad herida, son como una invitación para descubrir la alegría de hacerse prójimo” (n. 17).

Las palabras de Jesús constituyen todo un programa misionero. De ello son testimonio los miles de misioneros y misioneras que hay en el mundo que dan carne a esas palabras, prolongando la misma misión de Jesús. Aunque no veamos aún plenamente la manifestación del reino de Dios, estamos llamados a servir con alegría a los demás y con paciencia llevar a cabo la misión de misericordia de la Iglesia lo en pequeño y humilde.


Juan Martínez 
Obras Misionales Pontificias España



Infancia Misionera propone a los niños en su guía Adviento Misionero 2016 para esta tercera semana de Adviento la paciencia esperar la venida de Jesús en la Navidad.