miércoles, 26 de abril de 2017

Nadie que va a misiones queda sin regreso

La Hna. Inés Vicente López es una misionera zamorana, natural de Nuez de Aliste con 73 años que pertenece a la congregación de las Domnicas de la Anuncita, y actualmente esta en  Brasil, Barrio Aarâo Reis - Belo Horizonte capital del Estado de Minas Gerais. Nos acerca su testimonio como misionera

"Mi primera etapa fue de 1975 a 1999, o sea 24 años (por diversos lugares del Estado de Minas Gerais). La segunda etapa y actual de 2014 a 2017. Desde 1988 con nacionalidad brasileña, lo que me facilitó el poder regresar después de una interrupción de 15 años en España.
En mi vida ha habido dos momentos muy marcantes: Un antes aquí totalmente dedicada a la causa de los más necesitados (Brasil hace 40 años tenía un rostro bien diferente del actual), y un después. Un después… de haber pasado esos 15 años dedicados de lleno a la educación en España. Periodo rico y fecundo, pero que fue suscitando el deseo ardiente del regreso, pues mi vida entendí que es aquí. Dicen que nadie que va a misiones, queda sin regreso. Tal vez eso me haya sucedido a mí, pues aquí estoy.

Decidí dejarlo todo y venir a la misión porque cuando una se embarca en el seguimiento de Jesús en una congregación religiosa, la disponibilidad, y en mi caso como constitutivo de la Orden Dominicana la “itinerancia” en función de la misión que la misma desarrolla en los diferentes países como Misión Adgentes, te ilusiona y te mueve a dar todo de ti, donde sea y como sea. Es claro, que sin una llamada profunda del Señor a darte donde sea, no va a suceder, pues el dejar, partir y embarcarte en otra cultura no voy a decir que sea fácil hasta que llegas a una identificación con el pueblo con el que llegas a sentirte una más, aunque todo tu porte sobre todo la lengua, te delatan sólo abrir la boca. La familia es un factor que tiene su peso, pero en mi caso siempre he tenido su apoyo y comprensión sin exigencias de nada y con libertad para seguir aquello que constituye la vocación que escogí. De este momento de mi vida…tal vez sea lo anteriormente expuesto: Algo queda marcado en el convivir e vivir con y para otras gentes más necesitadas que dejan huellas muy profundas en el ser de la persona.

 Actualmente estoy jubilada, ya vine en esa condición para aquí después que concluí mis responsabilidades en Navia (Asturias) donde pasé los ocho años anteriores a regreso. 
Mi misión actualmente más que el hacer es el “ser presencia” en el servicio diario de la acogida y tareas de la casa, ya que unas trabajan fuera en diversas profesiones. Estamos insertas en el Barrio Aarâo Reis de la gran metrópoli de Belo Horizonte, capital del Estado de Minas Gerais, en la Parroquia San José Operário. Acompaño grupo de Círculo Bíblico por las casas intensificado en Adviento y Cuaresma, con sus respectivos  plenarios; formo parte del Equipo de la Solidaridad de la Parroquia que atiende a los más carentes del barrio, acompaño a un Grupo de Matrimonios “Santo Domingo” que se reúne por las casas; colaboro en la acogida y acompañamiento de la Escuela de Música en nuestra casa con el proyecto “Cambia un arma por una flauta”, iniciado con los niños y adolescentes favelados.  Y, en fin, tarea no falta para quien está jubilada en lo laboral. Mas en los cotidiano y en las pequeñas cosas se puede desarrollar una bonita misión.

Los pobres me han aportado todo, pues toda una vida caminando juntos es una lección constante. El pobre no acumula, vive al día; cuando tiene lo gasta, no es individualista; después…Dios es providente y siempre da un “Jeitinho”. El cariño, la acogida y el respeto enorme a las Hermanas, el compartir lo poco que se tiene pero que siempre da para todos, la fe en que Dios no abandona, no deja faltar nada a quien en Él confía. Podemos andar de noche (los encuentros siempre son de noche en las casas) sin problema, aún con la enorme violencia, los robos,  fruto de la droga que existe a nuestro alrededor en el barrio. Las hermanas son de ellos, que nadie las toque.
Brasil es un país de enormes contrastes, donde existe la gran riqueza y la inmensa población de mucha carencia. Nosotras vivimos en barrios que, aunque han mejorado mucho, aún se esconde en fondos de casas los pobres “barracos” con alquileres de explotación y las grandes periferias de la periferia más degradante. 

 En nuestra Iglesia veo un anhelo y preocupación por vivir de acuerdo al Evangelio y de llegar a los tantos alejados… aunque a veces estemos bien distantes de ello. Sí puedo decir que la fe, una fe esperanzada y sobre todo centrada en Jesús Resucitado, la encuentro más en estas iglesias populares, de nuestros barrios,  que son capaces de cantar, de alabar, proclamar y sobre todo compartir la fe sin miedo. Cercados que estamos de innúmeras iglesias “evangélicas” (llamamos evangélicos a los grupos que proliferan constantemente organizados por un pastor o pastora en contradicción con la Iglesia Católica, pero que no obstante convivimos en paz), nuestras iglesias se organizan para dar espacio a todos los que quieran de verdad vivir la fe. Pienso y veo, leo con frecuencia las enseñanzas de nuestro Papa Francisco, que nos va exhortando a vivir con una fe más resucitada, en una Iglesia más resucitada, alegre y gozosa.  No obstante el camino aún es largo…Hay mucho que “purgar” o sea,  “purificar”…Mas Él, nuestro Dios,  siempre se va haciendo el encontradizo en los caminos de la vida por donde y en donde cada uno nos encontremos."

Inés Vicente López