Soy el P. Pedro Rosón de Zamora, quien
después de varios años de misionero en zona campesina: 6 años en el
desierto del norte de Perú (Piura) y 5 años en la cordillera de los Andes con
90 pueblos en Amazonas, ahora estoy en una zona, pequeña, en un Asilo con
100 personas, ancianos y jóvenes marginados y abandonados, recogidos en la
calle, traídos por la policía, abandonados en hospitales, y muchos de ellos sin
nombre ni apellido.
Trabajo con la Hermana Juanita quien tenía el deseo de
tener una capilla en el Asilo de
San José de Casma y gracias a trabajo y donativos de
personas desinteresadas en Julio de este año se ha podido inaugurar. Ha sido Dios quien ha ido moviendo los corazones de
personas e instituciones para que la generosidad hiciera que unas veces a
chorro y otras en suave goteo llegara la ayuda necesaria y oportuna, para
construirlo. Mencionarlas a todos sería casi imposible sin olvidarse de alguna,
Han colaborado varios amigos, que desde
el gesto callado y casi escondido han ido enviando sus donativos con un goteo
casi como el de la transfusión de sangre, para mantenernos con vida cuando se
agotaban los recursos. Las Obras Misionales Pontificias a través de
Misión América nos enviaron una generosa colaboración para la construcción de
la capilla y de los Servicios Higiénicos.
No quiero que mi mirada se distraiga admirada por los
gestos grandes y donaciones y no se fije como la de Jesús observando el
óbolo depositado por la pobre viuda en
el cepillo dando lo que tenía. Alabo y agradezco el gesto de un convento de clausura de mi diócesis de Zamora, que me
ha enviado el ahorro obtenido por el ayuno de toda la cuaresma de la pequeña Comunidad. La cantidad ha sido como el óbolo de la viuda, pero el gesto es
grandioso, tiene precio de cielo.
Permítanme una
pequeña explicación al porqué de esta obra mixta: ni todo salón, ni solo
capilla. Esto no es una parroquia, el templo no se necesita todos los días para
los ancianos. Una Iglesia para la misa de los domingos parece excesivo;
Dios no puede querer tanto para él solo,
cuando ve la necesidad de sus hijos más queridos, los pobres, que se amontonan
en unos pequeños pabellones. Pero sí quiere un pequeño rincón, un tanto más
privado, donde hacerse presente, para
dar calor y vida a esta obra suya tan evangélica que acoge a los desheredados,
con la posibilidad de abrirse para
acoger a todos en la Eucaristía de los domingos y en las celebraciones en las
que le damos el último adiós a los que El llama a su descanso. Siempre hemos intentando vivirlo y hacerlo en un
clima de familia, sabiendo que cada uno es importante, pues aunque no tenga su
D. N. I., no ha perdido la dignidad de
Hijo de Dios.
CAMBIA EL
MUNDO ????. Poco puedo cambiar, sólo introducir en este mundo criterios
evangélicos: GRATUIDAD, GENEROSIDAD, DAR DIGNIDAD a quien llega sin
ella, porque viene de la marginación, sabiendo que su identidad de Hijo de Dios
no la ha perdido, y vivir esto con PAZ Y ALEGRIA